martes, 7 de septiembre de 2010

LENGUAJE, ALFABETIZACIÓN Y EL CEREBRO (3)

El cerebro está biológicamente alistado para adquirir el lenguaje desde el instante mismo del inicio de la vida; el proceso de adquisición del lenguaje requiere la catálisis de la experiencia. Existe una relación inversa entre la edad y la eficacia del aprendizaje de muchos aspectos del lenguaje –en general, mientras menor sea la edad de contacto con éste, más exitoso será el aprendizaje– y la neurociencia ha comenzado a identificar cómo procesa el cerebro de manera diferente el lenguaje en los niños pequeños, en comparación con las personas maduras. Esta comprensión es relevante para las políticas de educación, especialmente en relación con la instrucción de un idioma extranjero, la que a menudo no comienza hasta la adolescencia. Los adolescentes y los adultos pueden aprender también un nuevo idioma, pero presentan mayores dificultades. La importancia dual en el cerebro de los sonidos (fonética) y del procesamiento directo del significado (semántica) puede ilustrar el clásico debate, en la enseñanza de la lectura, entre el desarrollo de las destrezas fonéticas específicas, algunas veces denominado “instrucción silábica” y la inmersión en el texto del “lenguaje global”. La comprensión de cómo ambos procesos operan respalda un enfoque equilibrado para la instrucción de la alfabetización, que puede diseñar más fonética o más “idioma global”, dependiendo de la morfología del idioma en cuestión. Una gran parte de los circuitos del cerebro implicados en la lectura son compartidos a través de los idiomas, pero existen algunas diferencias respecto a que los aspectos específicos del idioma apelan a diferentes funciones, como la decodificación diferente o las estrategias de reconocimiento de palabras. Dentro de los idiomas alfabéticos la principal diferencia analizada en este informe es la importancia de la “profundidad” de la ortografía: un idioma “profundo” (que relaciona [maps] los sonidos con las letras en una gran variedad de posibilidades), como el inglés o el francés, contrasta con los idiomas “menos profundos” [shallow] y más “consistentes”, como el castellano o el turco. En estos casos, las estructuras especiales del cerebro se unen para actuar en apoyo de aspectos de la lectura que son distintivos de estos idiomas. La dislexia está extendida y rebasa las fronteras culturales y socioeconómicas. Ciertas características corticales atípicas en el hemisferio izquierdo, en regiones que se encuentran en la parte posterior del cerebro, se han asociado regularmente con la dislexia, que produce un impedimento en el procesamiento de los elementos sonoros del lenguaje. Mientras las consecuencias lingüísticas de esta dificultad son relativamente menos importantes (por ejemplo: la confusión de palabras que suenan parecido), el impedimento puede ser mucho más significativo para la alfabetización [literacy] debido a que el emparejamiento de sonidos fonéticos con símbolos ortográficos es la cruz de la lectura en los idiomas alfabéticos. La neurociencia está abriendo nuevas avenidas para la identificación y la intervención para este tema. (3) OCDE (010). La comprensión del cerebro. El nacimiento de una ciencia del aprendizaje, Universidad católica Cardenal Raúl Silva Henriquez, Chile.