martes, 18 de enero de 2011

TRES CULTURAS FAMILIARES EN COLOMBIA 2

Texto inédito del filósofo colombiano Estanislao Zuleta

¿Qué ocurrió entonces en esas zonas que habían sido pobladas por la esclavitud? Pues que se convirtieron en zonas de latifundio, de explotación por medio de peones o por medio de agregados. El agregado se diferencia del esclavo en que él mismo se consigue la “lata”; también trabaja gratis como el esclavo pero no hay que darle de comer, no es sino dejarle algún pedazo de tierra para que él mismo se levante la comida; es una institución que todavía es muy frecuente en Colombia. No hay que darle nada y en cambio trabaja gratis; el sistema del agregado es un negocio muy bueno que hoy en día se emplea mucho en las dos costas colombianas, sobre todo en la atlántica. Vivieron en poblados en lugar de vivir en parcelas, y ese es un hecho muy importante para la constitución de la familia en una comunidad originaria, y no aislados, como ocurre en Nariño, en Antioquia, en Caldas, que son mosaicos de pequeños minifundios pero donde cada familia está encerrada dentro de su propia frontera. En lugar de eso en la costa atlántica las familias están agrupadas en poblados, al igual que en la costa pacífica, en el valle del Magdalena y en el Cesar, lo cual significa que desde el comienzo viven reunidas. Esto tiene un efecto muy notable en el carácter de los costeños, y es que son de muy fácil comunicabilidad entre sí; por tal razón se tratan de tú, de hermanos, mientras que los antioqueños no saben cómo hablarse los unos a los otros: si de usted, si de vos, si de tú. Por eso, en lugar de la timidez típica del ser que procede de la pequeña parcela, tienen esta rápida comunicabilidad. Son las familias en las cuales hay menos patriarcado en Colombia; allí la mujer cabeza de familia es muy frecuente; por su familia discurren varios maridos, o a veces uno solo, pero ella mantiene un poder que se acrecienta con los años.

En la costa atlántica hay una institución incomprensible para las zonas boyacenses, por ejemplo, y es la abuela: la abuela como fuente de poder, como autoridad, no como una viejita que ya no se sabe dónde ponerla. Y es que la mujer no solamente es la base de la estabilidad, el centro de la familia, sino que tiene un poder que crece a medida que se observa su permanencia; además, muchas veces es el centro económico o la cabeza de hogar. Eso significa que no padecen los costeños una micro dictadura familiar, como la padecen los antioqueños, ni por tanto tienen que hacer lo que es clásico en Antioquia en el momento en que surge la crisis de la pubertad: la volada de la casa a los 16 años. El joven se vuela de la casa y se va «para arriba», es decir, para el Cauca, para el Valle, para Pereira; ahora los de Pereira también se vuelan, pero antes los antioqueños se volaban para Pereira. En cambio, en la costa viven sin la inhibición que significa un patriarcado mísero y dictatorial, para llamarlo por ahora de un modo poco científico pero más o menos comprensible.

Ese patriarcado produce ciertamente muchas inhibiciones; fíjense en el carácter espontáneo y directo de los costeños, en sus relaciones con el cuerpo mucho más sencillas y más espontáneas; por ejemplo con el ritmo, con el baile: no hay nadie que baile peor en el mundo que un antioqueño y nadie que baile mejor que un costeño. Ahí está una medida de la inhibición marcada sobre el cuerpo y sobre las relaciones del cuerpo con el ritmo. Claro que el antioqueño tiene muchas otras inhibiciones pero también muchas aspiraciones, mientras que el hombre de pocas inhibiciones tiene pocas aspiraciones; esa es la otra cara del asunto.

Esa confianza primordial, es decir, ese lenguaje abierto, esa espontaneidad en el movimiento y en las relaciones con el propio cuerpo, esa falta de inhibición sexual que a veces se aproxima en ciertas regiones a la perversión colectiva, al animalismo, por ejemplo, les permite recoger la música correspondiente, la música de ritmos africanos. Esto es un paréntesis, pero un paréntesis muy importante; es un paréntesis teórico que les voy a hacer para que no se vayan a despistar en esta caracterización de las tres culturas de Colombia y, por tanto, de las tres órdenes familiares. Para que no se vayan a despistar les voy a hacer un pequeño paréntesis sobre el difusionismo; el difusionismo es una forma de explicar las cosas por el contagio: en tal parte existe tal cosa porque la recibieron de África, en tal parte existe tal otra porque la recibieron de España; por ejemplo el pasillo, porque lo recibieron de la abuelita, pero son los mismos pasillos.

En otras partes existen cumbias que son del África. De todas maneras es el origen lo que se busca y no la significación; se llama difusionismo porque creen que los rasgos de las culturas se explican por la difusión o contagio. Fue típico de la religión: donde veían a un Dios que moría y volvía a resucitar, se imaginaban que tenían que haberlo copiado de otra religión donde hay un fenómeno parecido. Así por ejemplo, los historiadores de la religión se imaginaron que los centenares de casos de los dioses que mueren y resucitan todos los años tienen que haber sido contagiados por uno primordial; por ejemplo, se imaginaban al principio que Adonai era un Dios egipcio que muere descuartizado por los demás, se va a los infiernos y al tercer día resucita. Hace tres mil milenios y medio que existe esa historia.

Todos los historiadores de la religión pensaban que alguno había copiado al otro. En realidad no es necesario; todos son dioses agrarios y resurrección es el nacimiento de las cosechas y todos resucitan en primavera y todos los dioses son enterrados en el momento de la siembra. De la misma manera los antropólogos demostraron, especialmente Lévi-Strauss en un ensayo magnífico sobre artes, que los rasgos artísticos aparentemente más específicos, corresponden a cierto grado de desarrollo de la vida social y no se deben a que se hubieran conocido ni a que tuvieran ningún contacto entre sí; uno de estos rasgos conocido como desdoblamiento de la representación, que consiste en pintar el animal o la persona como si le hubieran cortado la piel y la extendieran, que no es por tanto ni de frente ni de perfil sino como desenrollando, lo tienen tribus de Estados Unidos, Canadá, centro del Africa y la China, que no se conocen entre sí. De la misma manera, en las culturas que a nosotros nos interesa estudiar, no debemos apelar al difusionismo. El difusionismo no explica nada. Una cultura tiene un determinado rasgo idiomático, lingüístico, musical, familiar, etc., porque corresponde a su organización, de manera que el hecho de que exista una música en la costa no se explica porque la hayan importado de talo cual parte; al contrario, es la sociedad, la cultura la que explica por qué pudo haber importado esa y no otra.

Por esto hay que voltear el difusionismo al revés para abandonar el irracionalismo histórico, que generalmente se esconde bajo una capa de erudición en lugar de analizar por qué en una sociedad se produce un fenómeno; se busca de dónde se importó, cuando ese no es el problema central; si se importó es porque le corresponde. Hay muchas otras cosas que entran en contacto con una sociedad, y a pesar de que se las trata de imponer, no es posible porque no le corresponden.

Por eso el cristianismo, que es una religión que corresponde a la familia patriarcal, no pudo imponerse en ciertos países africanos. Aunque los cristianos europeos dominan por milenios un país donde no existe la familia patriarcal, no pueden imponer el cristianismo, como en las patrias árabes; por ejemplo, pudieron dominar Argelia durante centurias, pero no volverla cristiana. Así sucede en las costas atlántica y pacífica porque donde la familia patriarcal no impera, el cristianismo no tiene nada que hacer. A un señor que tiene su harén en la otra pieza, hablarle de crucifixión es nulo porque no quiere oír. Eso es obvio y específico de la familia patriarcal, de una determinada estructura de la familia patriarcal. Por eso en las regiones donde la familia patriarcal es muy débil, donde el patriarca no ejerce su micro dictadura doméstica, el cristianismo no se desarrolla ni echa honda raíz colectiva. Claro que en cosas particulares sí, pero no en la vida de la sociedad; a pesar de que sea la religión confesada, la religión oficial, a pesar de que no está en competencia con ninguna otra, no hunde sus raíces en el ánimo de las gentes, no se convierte en esa obsesión particular que caracteriza, por ejemplo, a la religiosidad antioqueña.

De manera que nosotros encontramos otro rasgo de la familia no difundido sino adecuado, no importa si los rasgos que vamos a descubrir son traídos o producidos en el terreno. Los que son traídos, lo son porque corresponden a lo que la gente es, si no, ni siquiera hubiesen sido aceptados. Por eso no se dejen despistar por la falsa erudición histórica del que sabe que tal rasgo procede de tal parte, pero no qué significa; de los comparatistas que siempre saben a qué pintores del futuro influenció y de quiénes padeció la influencia, pero no saben qué significa lo que pintó, ni lo que pintaron los que aparecieron. Esa forma de crítica histórica difusionista debe desecharse para poder pensar la cosa misma, es decir, una organización especial, una estructura. Tenemos, pues, que en esa estructura costanera nos encontramos con una carencia primordial, la carencia de un patriarcado; la debilidad de esa formación familiar tiene un origen económico muy evidente: primero su historia, que procede de la esclavitud, y segundo que la familia se formalice allí donde hay pequeña propiedad, y no donde no hay más propiedad que la de los latifundistas, y fuera de la propiedad de los latifundistas hay unos peones y agregados; entonces es evidente que la familia se debilita enormemente y sobre todo que no tiene ninguna estabilidad.

La familia es una necesidad para el parcelero. En las regiones donde se funda una agricultura personal o una colonización campesina directa, la familia corresponde a la llamada división natural del trabajo, y mientras el hombre echa hacha, la mujer prepara el almuerzo, por ejemplo. De cierta manera los niños colaboran desde chiquitos y la señora con su huerta, con su cría de gallinas, se convierte en una necesidad; pero para un señor que es peón de una mina y que vive allá, si se casa no encuentra una colaboración tan clara como la que encuentra una pequeña familia parcelera; es más bien una división del suelo que se va subdividiendo a medida que le van llegando más hijos. Por eso la familia es inestable donde reina el salario, y la prostitución crece precisamente donde reina el salario y disminuye donde reina la pequeña propiedad. Es un fenómeno típico del paisaje cultural colombiano; tendríamos que hacer varios mapas de Colombia: mapas de prostitución, de delincuencia, y todos los mapas montados sobre un primer mapa: el mapa de la propiedad privada, de las formas de propiedad y de las formas de relaciones económicas.