Por: Rosa Julia Guzmán*
Las calificaciones no
deben ser la única medida del aprendizaje porque no permiten comprender en
profundidad los aspectos más humanos de la persona, dice.
Daniel
Wilson, profesor de la Escuela de Graduados en Educación de la Universidad de
Harvard, estuvo en Colombia dictándo un curso a los estudiantes de la Maestría
en Pedagogía de la Universidad de La Sabana. Habló sobre la importancia de que
la pedagogía tome en serio el papel de la valoración y no solamente el de la
evaluación, para lograr un verdadero avance en el aprendizaje.
¿Por qué insiste en la importancia de la valoración?
Para
comprender cómo aprende una persona, necesitamos un proceso de valoración
continua, de lo contrario, no tenemos evidencia de lo que ocurre en la mente
del estudiante: qué tipo de problemas le interesan, le intrigan e incluso le
atemorizan. Hacer preguntas debe ser una constante. Si la valoración sólo se
hace con el fin de mirar lo que se puede medir del aprendizaje o sólo se enfoca
en algunas dimensiones particulares y en determinados momentos, esto no permite
comprender en profundidad los aspectos más humanos que involucran el
aprendizaje y el crecimiento de la persona.
¿Cómo se debe medir entonces el aprendizaje?
Todos
experimentos aprendizajes profundos. Por ejemplo, tengo dos hijos y todos los
días aprendo porque quiero ser un buen padre… ¿Cómo valoro ese aprendizaje? ¿Lo
mediría calculando el número de veces que les dije cosas amables y queridas a
mis niños? Esta sería una de las formas básicas para medir mi aprendizaje.
Otras formas dependerían de lo que valora una cultura en particular. En el caso
de la escuela, lo importante es saber qué queremos que los estudiantes
comprendan y por qué, qué queremos desarrollar en las nuevas generaciones y qué
valoramos.
¿Cuál es la ganancia de un estudiante si se sigue este método?
Si
observamos qué están comprendiendo los estudiantes, qué piensan, cómo pueden
mejorar su desempeño, esta valoración continua invita al estudiante a
reflexionar sobre su trabajo y le da las herramientas y la oportunidad de
mejorarlo. Este proceso garantiza que al final los resultados de la evaluación,
es decir cuando se emite un juicio sobre los aprendizajes alcanzados, sean
buenos. Nuestro desafío como docentes consiste entonces en pensar en las diferentes
formas de valoración y cómo crear oportunidades para que se haga en el aula.
¿Cómo puede la valoración orientar el proceso de enseñanza del docente?
La
clave es que los profesores se pregunten qué quieren mejorar. Este es
probablemente el primer paso. Luego es necesario identificar de qué manera la
valoración y la observación del trabajo de mis estudiantes me pueden ayudar en
mi desarrollo como docente.
Usted asegura que lo que se evalúa tradicionalmente es apenas la punta del iceberg, que es una evaluación muy superficial. ¿Nos amplía esta idea?
Sabemos
que no es fácil ir más allá de lo establecido y que tenemos muy poco tiempo
para pensar en la complejidad del aprendizaje. Aulas con más de 40 estudiantes,
la tensión entre el cubrimiento versus la profundidad en los contenidos, la
presión de obtener buenos resultados en las pruebas estandarizadas y las
expectativas de los padres, entre otras razones, son fuerzas importantes que no
podemos negar… pero hay esperanza.
La
experiencia nos ha mostrado que si utilizamos diferentes estrategias y
herramientas para involucrar activamente al estudiante en su proceso de
aprendizaje, los resultados mejoran. Es evidente que no podemos alargar la
jornada académica. Sin embargo, podemos diseñar mejores oportunidades para que
ellos piensen, hagan su pensamiento visible y logren mejores comprensiones. Sin
lugar a dudas, esto tendrá un impacto en los resultados de las pruebas en
general. Pero si sólo nos limitamos a enseñar para un examen, el estudiante
aprenderá para presentar un examen.
*Directora de la Maestría en Pedagogía de la Universidad de La Sabana