Por Jorge Eliécer Villarreal Fernández
Representante al Comité de Convivencia Laboral de Medellín
Nuevos Maestros por la Educación
#NuevosMaestros
Estrés y burnout docente en Medellín: análisis con CBP-R, quiénes están más afectados, causas organizacionales y cambios urgentes en liderazgo y evaluación.
Introducción
Hablar de salud mental docente es ir más allá del malestar emocional general. Cuando la presión se sostiene en el tiempo y las condiciones laborales no ofrecen alivio, aparece el burnout, un síndrome que combina agotamiento emocional, despersonalización y sensación de ineficacia profesional. En Medellín, la aplicación del Cuestionario de Burnout del Profesorado (CBP-R) a más de 1500 docentes muestra un panorama preocupante: el estrés de rol y el burnout no se reparten de manera uniforme. Algunos sectores del magisterio cargan con un peso mayor, y las razones no están en sus características individuales, sino en las condiciones organizacionales y políticas que los rodean.
El CBP-R: una lupa sobre el estrés docente
El CBP-R permite analizar el estrés docente a partir de dimensiones específicas que inciden directamente en el burnout:
- Condiciones organizacionales: claridad de funciones, carga laboral y disponibilidad de recursos.
- Supervisión: estilos de dirección, desde el control autoritario hasta el acompañamiento pedagógico.
- Falta de reciprocidad profesional: dar más de lo que se recibe en apoyo, reconocimiento o compensación.
- Preocupaciones profesionales: incertidumbre sobre el futuro, inseguridad laboral y temor a evaluaciones punitivas.
En conjunto, estas dimensiones permiten entender cómo el estrés de rol (cuando las demandas superan la capacidad de respuesta) desemboca en burnout.
Quiénes están más afectados
Los resultados de Medellín muestran que no todos los docentes están igual de expuestos al estrés y al burnout. Los grupos más vulnerables son:
- Docentes del Decreto 1278: la evaluación anual de desempeño, realizada por rectores y cargada de consecuencias, convierte el trabajo en una carrera de vigilancia constante.
- Docentes en provisionalidad o contratos temporales: la inseguridad laboral y la falta de garantías generan un clima de ansiedad crónica, donde cada año se vive como una prueba de supervivencia.
- Docentes más jóvenes: al iniciar la carrera, enfrentan simultáneamente la falta de experiencia, la sobrecarga de tareas, la presión por demostrar resultados y la ausencia de programas sólidos de mentoría.
Si bien otras variables como el género o el estado civil no siempre marcan diferencias estadísticamente significativas, sí es importante considerar que las mujeres docentes a menudo enfrentan una doble jornada (trabajo y cuidados), y que el apoyo familiar puede actuar como un factor protector frente al agotamiento.
Las posibles causas: lo que explica la literatura
La investigación internacional ofrece pistas que ayudan a interpretar lo que vemos en Medellín:
- Sobrecarga administrativa: dedicar más tiempo a formularios, actas y reportes que a planear y retroalimentar incrementa la frustración y el desgaste (Maslach & Leiter, 2017).
- Estilos de liderazgo autoritarios: la supervisión centrada en el control y la sanción eleva el estrés de rol, mientras que el liderazgo pedagógico y el acompañamiento reducen el burnout (Skaalvik & Skaalvik, 2021).
- Falta de reciprocidad profesional: cuando el esfuerzo invertido no se traduce en reconocimiento, desarrollo ni apoyo, los docentes experimentan un fuerte desgaste emocional (Schaufeli, 2018).
- Inseguridad laboral: la provisionalidad y la evaluación de alto riesgo, como en el 1278, se convierten en fuentes estructurales de ansiedad que agotan la motivación intrínseca.
Estas causas no son meras conjeturas: son mecanismos bien documentados que explican por qué ciertos grupos del magisterio se encuentran en mayor riesgo de burnout.
El papel de las variables sociodemográficas y laborales
La lectura del CBP-R permite matizar aún más la comprensión del fenómeno:
- Edad: los docentes jóvenes reportan más estrés, mientras que la experiencia funciona como amortiguador con los años.
- Estrato y contexto socioeconómico: quienes trabajan en escuelas de estratos más bajos suelen tener menos recursos y más dificultades de convivencia, lo que incrementa el estrés de rol.
- Estado civil y apoyo familiar: contar con redes de apoyo amortigua el impacto, mientras que la soledad o la ruptura de vínculos puede intensificar el agotamiento.
- Número de hijos: en algunos casos funciona como factor protector, asociado a propósito y red de apoyo, aunque puede convertirse en sobrecarga cuando se combina con inestabilidad laboral.
- Zona de trabajo: en contextos rurales, el aislamiento y la falta de acompañamiento aumentan el desgaste; en lo urbano, la presión proviene de la burocracia y la multiplicidad de proyectos externos.
Estas variables interactúan entre sí, generando perfiles de riesgo diferenciados. Un docente joven, bajo el Decreto 1278, en provisionalidad y en una escuela de estrato bajo, enfrenta un escenario de alta vulnerabilidad. Por el contrario, un docente con estabilidad, experiencia y apoyo familiar tiene más recursos para enfrentar el estrés.
Más que cansancio: el impacto en la educación
El burnout docente no se queda en la persona, ni se reduce a un “estar cansado”. Es un síndrome de desgaste profesional que se filtra en todas las dimensiones de la vida escolar. Un maestro agotado emocionalmente pierde energía para preparar clases y sostener la planificación a largo plazo; responde con menos paciencia a las demandas del aula y tiene mayores dificultades para conectar con sus estudiantes. La empatía disminuye, no por falta de compromiso, sino porque el agotamiento erosiona la capacidad de escucha y de cuidado.
Las consecuencias son visibles: aumenta el absentismo laboral por licencias médicas, fatiga o desmotivación, y se incrementa la probabilidad de abandono de la profesión. Esto rompe la continuidad de los procesos pedagógicos, genera inestabilidad en los equipos de trabajo y obliga a las instituciones a reemplazar constantemente docentes, a menudo con contratos temporales o de emergencia.
Pero el impacto no es solo organizativo. El burnout afecta directamente la calidad de la enseñanza: clases menos preparadas, retroalimentación superficial, menor innovación pedagógica y una reducción drástica de la capacidad de sostener proyectos colectivos. Para los estudiantes, esto significa un aula más tensa, menos motivadora y con menos oportunidades de aprendizaje significativo. El clima escolar se resiente: aumenta la conflictividad, baja el entusiasmo y se debilita el sentido de comunidad.
A nivel sistémico, el burnout docente implica pérdida de capital humano: profesionales formados que se retiran anticipadamente, experiencias acumuladas que se pierden y recursos invertidos en formación que no llegan a consolidarse. En términos sencillos, cada docente que se quema es una pérdida para la escuela y para la ciudad.
Por eso, hablar de burnout es hablar del futuro de la educación. Una escuela con docentes agotados no tiene la misma capacidad de educar, ni de inspirar, ni de sostener la esperanza de transformación. Cuidar la salud mental del magisterio no es solo un deber ético, es una condición estratégica para garantizar aprendizajes de calidad y la continuidad de los proyectos educativos.
Conclusión
Los resultados del CBP-R en Medellín muestran que el estrés y el burnout docente no son fallas individuales, sino el resultado de estructuras organizacionales y políticas que exigen demasiado y ofrecen poco apoyo. Las diferencias encontradas entre jóvenes y experimentados, entre 1278 y 2277, entre estables y provisionales, no deben leerse como datos aislados, sino como evidencia de que el sistema está generando vulnerabilidades predecibles.
El estrés y el burnout docente no son accidentes individuales: son la consecuencia de cómo hemos estructurado el sistema. Reconocerlo es el primer paso; transformarlo, la tarea urgente. El bienestar de los maestros es un asunto de política pública, no de talleres esporádicos. Lo que está en juego no es solo la salud de quienes enseñan, sino la capacidad misma de la escuela de formar a las nuevas generaciones.
Referencias
Maslach, C., & Leiter, M. P. (2016). Understanding the burnout experience: Recent research and its implications for psychiatry. World Psychiatry, 15(2), 103–111. https://doi.org/10.1002/wps.20311
Skaalvik, E. M., & Skaalvik, S. (2021). Teacher burnout: Relations between dimensions of burnout, perceived school context, job satisfaction, and motivation for teaching: A longitudinal study. Teachers and Teaching. Advance online publication. https://doi.org/10.1080/13540602.2021.1913404
Seibt, R., Kreuzfeld, S., Steputat, A., Kruel, S., & Golka, K. (2021). Influence of work-related and personal characteristics on the burnout risk among full- and part-time teachers: A representative survey in Germany. International Journal of Environmental Research and Public Health, 18(4), 1535. https://doi.org/10.3390/ijerph18041535
Gómez-Domínguez, V., Domínguez-Lara, S., & Riva, M. T. (2023). How much do we care about teacher job insecurity during COVID-19? A systematic review. Sustainability, 15(3), 2483. https://doi.org/10.3390/su15032483
Westphal, A., Kalinowski, E., & Heene, M. (2022). K-12 teachers’ stress and burnout during the COVID-19 pandemic: A systematic review. Frontiers in Psychology, 13, 920326. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2022.920326


