viernes, 3 de octubre de 2025

1. Educar para ser libres: la lección pendiente en Colombia


 

En Colombia llevamos décadas hablando de calidad educativa, de cobertura, de rankings y de pruebas internacionales. Pero muy pocas veces nos atrevemos a hacer la pregunta incómoda: ¿educamos para obedecer o para ser libres? En un país donde millones de personas han tenido que marchar por un salario justo, defender el agua de sus ríos, luchar por la tierra o exigir que la vida valga más que la violencia, no basta con enseñar fórmulas y fechas. La verdadera transformación empieza cuando entendemos que la educación también es un acto de resistencia… y, sobre todo, una oportunidad de propuesta y creación colectiva.

 

¿Qué significa emanciparse?

Emanciparse no es solo resistir al poder: es abrir grietas en el muro para construir otra cosa. Significa liberarse de las cadenas visibles —como la pobreza o la exclusión—, pero también de las cadenas invisibles que nos dicen que “no se puede”, que “es mejor no meterse”, que lo que existe es lo único posible.

En Colombia, la emancipación ha tenido muchos rostros: las comunidades afro que lograron el reconocimiento de sus territorios; las luchas campesinas por la tierra; las mujeres que transformaron su voz en leyes, en colectivos, en liderazgos; los jóvenes que con creatividad han abierto espacios de cultura y paz en medio de la violencia.

Cuando la educación asume este horizonte, no se queda en resistir la opresión: ayuda a imaginar y a concretar alternativas de vida más dignas.

 

Más allá del aula

Una educación para la emancipación no se limita al tablero ni al salón de clases. Tiene que estar conectada con las reivindicaciones y con las esperanzas de la gente:

  • Con las comunidades que proponen modelos de desarrollo distintos al extractivismo.
  • Con los jóvenes que no quieren repetir la historia de exclusión y buscan construir un futuro en la economía solidaria, el arte o el emprendimiento comunitario.
  • Con los barrios que inventan nuevas formas de convivencia y participación.
  • Con los maestros y maestras que, aun en condiciones difíciles, entienden que enseñar es también sembrar posibilidades de cambio.

La escuela, en este sentido, nunca es neutral: o repite la lógica de la desigualdad, o se convierte en laboratorio de transformación social.

 

Maestros y estudiantes como protagonistas

Una educación emancipadora cambia las relaciones de poder dentro del aula. El maestro ya no es dueño del saber, sino un compañero que guía y acompaña. El estudiante deja de ser receptor pasivo y se convierte en creador, en investigador, en alguien capaz de proponer soluciones a los problemas que vive su comunidad.

Cada vez que un docente abre espacio al diálogo, cada vez que una clase se conecta con la vida real, cada vez que un estudiante formula una propuesta para mejorar su entorno, la educación deja de ser repetición y se vuelve fuerza creadora.

 

Una urgencia para Colombia

Nuestro país no puede seguir formando generaciones que solo memoricen y obedezcan. Necesitamos personas capaces de mirar la realidad con ojos críticos, pero también con imaginación política, con capacidad de propuesta. La resistencia es el punto de partida —porque hay injusticias que no se pueden ignorar—, pero la emancipación florece cuando esas resistencias se convierten en alternativas, en proyectos, en acciones transformadoras.

La educación para la emancipación no es un lujo académico: es la herramienta más poderosa que tenemos para construir un país donde la dignidad sea el centro. Y no empieza en grandes reformas: empieza en el aula, en la comunidad, en cada oportunidad que tenemos de convertir un problema en una propuesta.

 

Lo que viene

Este es apenas el inicio de una conversación. En los próximos artículos iremos explorando cómo se concreta este horizonte en la práctica: desde la democracia escolar hasta la relación de la escuela con la comunidad, pasando por la memoria histórica, la equidad de género y la defensa de lo público.

Porque educar para ser libres no es solo resistir: es atreverse a transformar. Y esa, quizás, sea la lección pendiente de Colombia.

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente reflexión, muchas y muchos de nosotros vivimos con el lastre del miedo y cuando leemos o escuchamos estás voces de transformación nos invitan a hacerlo como un colectivo.

Espero leer la próxima conversación provocadora.

Anónimo dijo...

Ya lo advertía Zuleta, " La educación es un campo de combate '" ya lo sentenciaban grandes pedagogos " Maestro Pueblo o maestro Gendarme" Entonces Educar para ser libres sigue siendo la gran apuesta...

Anónimo dijo...

Educar para ser libres, me recordó a Martí cubano de comienzos de siglo xx y, guía de la educación del pueblo cubano que en medio de toda su crisis se mantiene firme ante el imperialismo.
La lucha contra el colonialismo mental es quizás la lucha más importante en lxs educadoras del siglo XXI, la escuela de aulas y marcadores no es el problema de fondo...