lunes, 1 de agosto de 2011

TARDES DE ESCUELA

Miguel Sánchez Robles

Formados los deseos a menudo en el vicio

miraba sin bondad por la ventana

la extensa confusión de tierra roja.

oscilando profunda su lisura

y todo era un elogio silencioso,

un socavón de miel inexpresivo.

Tardes exactas de sabor a metal.

Un puntapié verbal rompía el silencio.

El lápiz circulaba libremente en los ángulos

y acechaban dibujos en los cronos.

Allí estaban los niños de sonrisa impecable

y gestos imprecisos por las bancas más últimas.

Voces aglomeradas hilvanando la tarde.

Moría el otoño a ráfagas

con aves elegantes ovillando bravura

entre los aires dulces del cerezo.

Tardes de olor a tiza,

trajines vanidosos de gramática,

la pizarra encendida con los números,

la h intercalada,

el adverbio de tiempo

y un balbuceo de ojos sin destinos concretos.

Tardes gemelas en mínimos sucesos

tentando la discordia de ingenuo corazón embelesado

para intuir historias de preámbulos lentos

o incómodos latidos de desidia pequeña.

Libros abiertos y alfileres de tinta,

novenos menesteres de academia,

el álbum salpicado de flores arrugadas,

modesto caos de manos,

soñar sobre soñado

y una traviesa inclinación al devaneo.